Se dice: «Uno es libre de hacer lo que quiera.» Es cierto, pero no todo conviene. Sí, uno es libre de hacer lo que quiera, pero no todo edifica la comunidad.
lunes, 28 de junio de 2010
Fe para el momento, fe para el proceso
La vida es un proceso y la fe debe acompañarte siempre. Confía en el Señor que ya está obrando en tu vida.
La Biblia dice que todo le es posible al que cree y yo enseño sobre la fe porque creer es lo que mejor hago. Ahora aprenderemos que hay fe para diferentes cosas y problemas. Hay para cosas inmediatas como la sanidad que necesitas para sobrevivir un cáncer que supuestamente te matará en tres meses y también hay fe para el proceso de levantar una empresa que debe durar toda la vida. Debemos tener fe para comer hoy como para conseguir el trabajo que nos proveerá el sustento a partir de este momento. No es lo mismo tener fe para predicar Palabra de conocimiento y profecía en media hora que para graduarse de la universidad. Necesitamos fe para lo inmediato y eventual pero es más importante tenerla para continuar un proceso y verlo terminado. Un empresario necesita que la fe e ayude a sacar su negocio adelante todos los día, le ayude a vender, pagar gastos y tener utilidades. Necesitamos fe para enfrentar procesos. Los milagros suceden en un momento pero si la fe no es constante, ese milagro puede irse tan rápido como llegó. El Señor puede bendecirte con un buen negocio que sea el inicio de tu prosperidad futura, así como puede romper una maldición generacional pero los resultados tal vez no se vean inmediatamente y tu fe debe sostenerte hasta que el proceso culmine, aunque sean tus hijos o nietos quienes finalmente se beneficien de tu constancia.
Fe porque somos valiosos
Mateo 6:26-30 nos hace ver nuestro valor ante los ojos de Dios: Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
Dios hace de acuerdo a tu fe, así lo dijo Jesús: “conforme a tu fe te sea hecho”. Aunque te cueste creerlo, el Señor también habla de la fe para comer y para vestirte porque todo, desde lo más elemental hasta lo más sobrenatural requiere confianza en Él. Nuestro Padre dice que podemos vestir mejor que la hierba del campo y así es. Nuestra presentación personal siempre debe reflejar el gran valor que tenemos como hijos de Dios.
Mi madre me decía: “remendado pero limpio”, es decir que no necesitamos trajes caros para vernos bien pero siempre debemos vestirnos dignamente y demostrar nuestra autoestima a los demás. Ningún cristiano debe salir despeinado, sucio o mal vestido de su casa porque ese descuido refleja un grave problema interno. Uno de los miembros de Casa de Dios fue afectado por la tormenta Ágatha y su fábrica literalmente se hundió en la tierra. Cuando le llamé para platicar con él, me sorprendió verlo tan optimista. Se presentó en mi oficina bien vestido, arreglado y hablando de cómo estaba empezando de nuevo porque el Señor ya le había demostrado que con fe todo se puede lograr. Me dijo: “hace 10 años vine a la iglesia, entré a un seminario para empresarios y Dios me ayudó a abrir mi fábrica. Ahora tengo 60 familias que dependen de mí y me levantaré para salir adelante. Acabo de ir al hoyo donde se hundió mi fábrica a despedirme del pasado, llamé a mi esposa y le dije que no llegara porque no había nada de nada. Lo único que pude rescatar fueron mis tarjetas de presentación pero sé que es suficiente para empezar de nuevo porque el Señor no me abandonará”. Es impresionante cómo Dios ahora le está proveyendo para comprar sus nuevas máquinas. Su fe capaz de enfrentar procesos era evidente desde que lo vi parado en la puerta ya que no vino quejoso pidiendo que orara por él. Jesucristo dice que Dios hará mucho más por ti y debes ser Su digno representante haciendo evidente tu fe.
Hay una relación directa entre la vida de fe y el valor que creemos tener. Esta pregunta: “¿no valéis más que ellas?” en el original dice: “¿no son más dignos ustedes que ellas?” Dignidad, valor y estima son palabras claves para nosotros. Jesucristo derramó Su sangre para perdonarnos, ese fue el precio que se pagó por nuestra salvación así que somos muy valiosos porque merecimos ser comprados por la preciosa sangre sin mancha del Hijo de Dios. En economía se dice que el precio refleja el valor, así que debes convencerte que eres lo más valioso que existe porque la paga por ti fue aquello que vale más que nada en el mundo.
Solamente puedes orar y pedir cuando demuestras que tu fe vale porque tú eres valioso ante los ojos de Dios. Solamente quien se cree merecedor de mucho es capaz de acercarse al trono del Rey y pedirle lo que sabe que le pertenece. Tus oraciones son del tamaño de tu fe. Si crees que puedes pedir algo tipo A, Dios te lo dará, así como si crees que puede pedir algo tipo B o C. Lo mejor es pedir algo AAA porque lo mereces. Tu vida de fe evidencia cuánto vales ante los ojos de tu Padre Celestial. No pienses cautivar la atención del Señor provocando lástima porque esa estrategia puede servirte para engañar a tu familia, a tus amigos o tus compañeros de trabajo pero no para engañar a Dios que sabe el valor que te ha dado. Esa actitud “pobrecito yo” es una condición del alma que no te llevará a nada bueno.
Aprende a valorarte para poder valorar a otros y demostrar que eres hijo de Dios, nacido de nuevo por el Espíritu Santo. Recuerda que Jesús no vino a fundar iglesias ni religiones sino a darnos esperanza. Él es el dador de la fe y demanda que demostremos tenerla en cada proceso de nuestra vida.
Fe que influye los sentimientos y pensamientos
Mateo 8:25-26 relata lo que sucedió en medio de la tormenta: Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.
Este pasaje nos habla del temor que dominó a los discípulos y les impidió ejercer su fe. No permitamos que las emociones y sentimientos anulen nuestra confianza. Tener miedo frente a una tormenta en natural pero no cuando Jesús está en el barco contigo. Los sentimientos son producto de tu estado de fe. Si crees, te sientes seguro, ves un buen futuro, tienes la esperanza de que todo será bueno y sientes el valor que solo el Espíritu Santo puede darte. Cuando no crees, ves un mal futuro y te deprimes porque predices que te irá mal. La enfermedad asusta pero la falta de fe mata. La crisis intimida pero la falta de fe deprime. Al contrario, la fe nos levanta.
Mateo 16:8 habla sobre la fe que influye los pensamientos: Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?
En este pasaje Jesús cuestiona sus pensamientos negativos. La fe debe influir positivamente en nuestros pensamientos así como en nuestros sentimientos y en nuestra autoestima. En hebreos dice: “y por fe entendemos”. Nota que nuestro Señor habla en presente al decir: ”piensan que no tienen”, lo que significa que el hombre de poca fe piensa en presente cuando debería pensar que siempre tendrá en el futuro. El presente se convierte rápidamente en pasado, lo que leíste hace unos segundo ya pasó y lo único que queda es lo que leerás. Para los hombres de fe solamente existe el futuro. Antes de lamentarte por lo que te falta, recuerda quién eres y todo lo que el Señor tiene prometido para tu vida. Las personas de fe no piensan en lo que no tienen sino en lo que nunca les hará falta porque Dios siempre estará con ellos.
Mateo 14:27-31 relata ese momento cuando los sentidos influyeron en la fe de Pedro: Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
El ambiente estaba en penumbra y los discípulos no lo reconocieron pero luego, cuando ya sabían que era Él, Pedro se dejó influenciar por lo que la tormenta le decía a sus sentidos y dudó. La fe debe influir en los sentimientos, pensamientos y sentidos. Debes poner la mirada en Jesús aunque alrededor se desate la tormenta. Él no te dejará caer si le demuestras que tienes fe en Su presencia. Cualquiera se asusta por una tormenta pero no si el Señor está sobre las aguas y te llama a Su lado.
Pedro ejerció fe para lo inmediato y no fue suficiente porque igual de rápido comenzó a hundirse. Si tu fe es de momentos y no de procesos, podrías perder el milagro que recibiste tan rápido como vino. Muchas personas que reciben sanidad y luego vuelven a enfermar dicen que no fue el Señor quien las salvó pero lo que realmente les falló fue la fe para ver más allá del momento. La duda puede llevarse aquello que la fe te dio.
Para evitarlo, debes hacer de la fe un estilo de vida constante.
Deja de afanarte por lo que no tienes. Si te preocupas porque este mes no hubo salario, demuestras que vives por lo material y no por fe. Debes reforzar tu confianza para sentirte tranquilo ya que aún tienes la fe que te sostendrá y te proveerá aún en los momentos difíciles. Comprende que la fe es un estilo de vida, no un momento de milagros. Pedro necesitó fe para vivir el milagro de caminar sobre el agua pero también la necesitó para continuar y no lo logró. Puedes dar un paso de fe y sorprenderte, pero perderlo en menos de 24 horas. No vivas de instantes o momentos fugaces como Pedro, esa no es la fe que se aplica a los extensos procesos de la vida. Puedes recibir el milagro de que tu esposo vuelva a casa pero si no demuestras fe y continúas tratándolo mal, seguramente se irá de nuevo, así que debes demostrar tu fe en un comportamiento diferente, amoroso, lleno de estima y valor. No puedes salir de todos tus problemas pactando con Dios en instantes. Una mujer estéril puede recibir el milagro de concebir y tener un hijo pero su fe debe ser constante porque la necesitará también para educarlo y hacerlo un hombre de bien. Tu fe no puede ser fugaz, créele al Señor siempre.
Fe a pesar de las evidencias contrarias
Romanos 4:17-22 habla sobre la fe de Abraham: (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Abraham demostró tener fe en ese difícil proceso de engendrar un hijo casi al final de su vida. Creyó a pesar de la duda de todos. En otra versión de la Biblia dice que cuando ya no había esperanza tuvo fe para tener esperanza. Su milagro era realmente difícil de creer, no había antecedente de algo parecido, nada podía asegurarle que era posible, su fe lo sostuvo hasta el final. Tal vez nuestro problema actual es que podemos leer los testimonios en la Biblia y sentimos que no somos dignos como esos hombres, pero el Señor nos dice que sí es posible. Abraham no tenía un CD de Noches de Gloria y no podía escuchar Palabra en un programa de televisión, solamente estaba conectado con el Señor y creyó. No des por perdida tu esperanza. Si crees que Dios hará el milagro, no importa qué piensen tus amigos, esposa o hijos, para Dios es suficiente que tú le creas.
Dios ya obró en tu vida
Génesis 17:5-6 cuenta la promesa de Dios para Abraham:Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.
Lo primero que el Señor hizo fue cambiarle de nombre por uno que significa “padre de multitudes”. Aún faltaban muchos años para que naciera el hijo de Abraham pero la promesa ya estaba dicha. De nuevo debemos meditar en los verbos que nos revelan algo muy poderoso. Dios no dijo “te pondré por padre de muchedumbre”, sino que dijo “te he puesto”. El verbo está en presente porque para Él la promesa ya estaba cumplida, la Palabra ya estaba hecha porque cuando Él promete debemos tener la seguridad de que ya obró, aunque todavía no lo veamos realizado. En otras palabras, Dios habla del futuro en pasado porque ya todo fue hecho. Para decirle a Abraham su futuro le habló en pasado. Es como tener un “dejavú” que nos hace sentir que lo que estamos viviendo ya había sucedido antes. Por esa razón la Biblia dice: “por Su llaga fuimos curados”.
El libro de Apocalipsis dice: “y el Cordero de Dios que fue inmolado antes de la fundación del mundo”. Esto quiere decir que cuando Jesús llegó a la cruz, para Dios esto ya había ocurrido. Fe es tener la convicción de que Dios ya vio tu futuro de bien y lo verás cumplido. Yo puedo ver que ya prediqué en el nuevo templo, muchas familias ya se convirtieron y hay milagros que ya sucedieron allí. Eso es hablar en fe. Lo que Dios hará contigo ya pasó y es grandioso. El Señor ya te bendijo más allá de lo que puedes pensar y sentir. Dale gracias por lo que hizo en tu vida y créele con todo el corazón que serás capaz de alcanzar ese futuro de paz y prosperidad que ya te ha dado.
lunes, 7 de junio de 2010
LO MIO ES TUYO!!!
Dios paga con admirables intereses a quienes ayudan al necesitado.
Demuestra tu sensibilidad ante la necesidad del prójimo. Dios paga con admirables intereses a quienes ofrecen lo que tienen para ayudar a otros.
Lucas 10: 30 nos cuenta: Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Los asaltos no son novedad y Jesús aprovechó uno para enseñarnos sobre la generosidad. Este hombre fue víctima de asaltantes. Despojar significa desvestir, desnudar, quitar las cobijas o lo que cubre. Esta palabra se aplica a la dimensión física y espiritual porque hay personas que quitan las vestiduras que cubren el alma de alguien, le hieren, despojan y dejan al descubierto. Los asaltantes tomaron todo y se fueron. Luego aparecen varias personas que toman diferentes actitudes frente al que estaba “medio muerto”. Esta expresión significa que lo golpearon al punto de parecer muerto pero realmente no lo estaba.
Los versos 31 al 33 del mismo pasaje, continúan: Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia.
Nota que El samaritano se acercó a la persona, no al lugar. Analicé la palabra “ver” y en griego, en el contexto de este pasaje significa percibir, aprender y tomar información a través de los sentidos. Esto solamente lo logró quien se acercó y se dio cuenta que el hombre realmente no estaba muerto como parecía. Seguramente lo tocó, le tomó el pulso, lo olió y se dio cuenta que aún respiraba. Solamente acercándonos somos movidos a actuar. Quienes están sentados en su casa viendo en las noticias las tragedias que suceden alrededor, no sentirán la compasión que los mueva a tomar acción y ayudar. En los últimos tiempos hemos vivido desastres de todo tipo, terremotos, maremotos, derrames de petróleo, erupción de volcanes y tormentas tropicales. Para ser movidos a colaborar, debemos aprender a ver y ser sensibles a la necesidad de otros. Dios debe mover tu corazón para actuar, no basta orar, hay que hacer, la gente está necesitada y debemos aportar.
El hombre que fue asaltado venía de Jerusalén, así que era muy probable que fuera israelita, como el sacerdote y el levita que ni siquiera se acercaron a comprobar si estaba vivo. Nuestra generosidad nunca debe condicionarse por la raza, credo o religión de aquellos que necesitan ayuda porque el hambre se manifiesta de la misma forma sin importar de dónde vengamos. El estómago hambriento suena igual en cualquier idioma, así que debemos ayudarnos por igual. Es más, ¡el samaritano ayudó al israelita aún cuando eran pueblos enemigos! Esta es una gran lección de humildad y generosidad.
El verso 34 dice sobre el samaritano: y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Además, no escatimó recursos y esfuerzos para bendecir. Seguramente era un hombre de buena posición económica porque el aceite y el vino son figuras de prosperidad. Tenía medio de transporte y seguro era grande porque pudo subir al herido, como si fuera un pick up de doble cabina; también tenía posibilidades para pagar el hospedaje. No se detuvo ante nada. No sabemos con qué le vendó, si tenía algo es su alforja o rasgó su vestido para hacerlo. Dio su tiempo y recursos. Lo mismo necesitamos ahora, gente que aporte recursos y que también ayuden dando su tiempo y esfuerzo. Todos podemos colaborar con mano de obra y bienes, no se trata de salir del compromiso dando algo mínimo sino demostrando que realmente somos sensibles a la necesidad que vemos. Algunos tienen tiempo para ser voluntarios y ayudar, otros tienen recursos económicos para proveer, ambos son importantes para enfrentar las dificultades y se agradecen por igual.
Y el verso 35 relata: Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
Se nota que el samaritano era un hombre ocupado porque al siguiente día debía irse, ya no podía quedarse a cuidar al herido, se fue a trabajar para poder pagar al mesonero, a quien dejó encargado para que lo ayudara. Éste seguramente lo conocía porque no desconfió de ese hombre que traía a otro gravemente herido, además, aceptó cuidarlo aunque después recibiera el pago completo por sus servicios. Tal vez no tengas tiempo para ir al lugar a entregar víveres al necesitado pero tienes capacidad para producir lo que otros podrán repartir. El que ayuda inspira a otros. Si todos nos movilizamos y nos dejáramos contagiar por la generosidad, seguramente acabaríamos con muchos de los problemas que nos aquejan. Sabemos que Jesús vendrá pronto y es como el samaritano que pagará lo que hagas por el prójimo.
La actitud correcta
En la parábola vemos tres actitudes. La primera es la codicia de los ladrones que los hace pensar: “lo que es tuyo es mío y te lo arrebato”. Esta codicia parece mover al mundo de hoy y es motivo de muchos pecados, incluso del adulterio porque nos mueve a desear lo que no nos pertenece. La biblia dice que no codiciemos la mujer de prójimo porque es un robo buscar algo que no es nuestro.
La segunda actitud es el egoísmo del sacerdote y levita que dijeron: “lo que es mío es mío y nadie me lo quita”. Se sintieron ajenos a la desgracia de ese hombre que fue asaltado y tal vez pensaron que se lo merecía por no hacer caso de las advertencias. Esa actitud de indiferencia y egoísmo nos afecta porque impide que ayudemos a otros y además, recibamos bendición por ello.
La tercera actitud es la generosidad del samaritano que se movió a ayudar a quien lo necesitaba y dijo: “lo que es mío es tuyo, te lo comparto”. Esta es la actitud que debería mover al mundo porque todos somos llamados a ser solidarios y cuidar de nuestro prójimo, tal como este samaritano y el mismo Jesús nos enseñaron. Muévete para ayudar y contagia a otros. El samaritano no le pidió al mesonero que diera algo, pero seguramente al volver, éste le dijo: “es extraño que cuando me trajiste a un necesitado mi negocio se llenó de huéspedes. Me trajiste bendición, así que te cobraré solamente la mitad de lo gastado y yo asumiré la otra mitad”. Me atrevo a hacer esta conjetura porque Dios siempre bendice a quien es de bendición para otros. La Palabra dice que el que ayuda al pobre no le faltará nada.
El Señor paga con intereses
Proverbios 19:17 promete: A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.
Esta Escritura es un poco difícil de comprender y aceptar porque nadie piensa que es posible prestarle algo a Dios que nos ha dado todo. Al ofrendar y diezmar, le damos lo que le pertenece, además, todo lo que tenemos viene de Sus manos, sin embargo, para Él, darle al necesitado es prestarle algo que luego nos pagará con creces. Dios siempre ve lo que hacemos con lo que nos da. En mi presupuesto siempre contemplo algo para las viudas y gente pobre. Tengo esa responsabilidad porque he recibido mucho del Señor y aunque no soy capaz de cobrarle, sé que Él tampoco es capaz de dejar de pagar. Esto también me hace pensar en la errónea actitud de quienes se enojan cuando les cobran lo que deben.
Al recibir un préstamo, se llenan la boca en agradecimientos para quienes les ayudan pero no se dan cuenta que esa misma persona se convierte en el acreedor que luego les cobrará con justa razón. Paga lo que debes sin protestar ni maldecir y si tienes algún problema, afronta la situación y preséntate ante tus acreedores a explicar lo que sucede. No te molestes si te cobran porque el que debe tiene la obligación de pagar.
Si quieres ver la mano de Dios, da la cara a quienes les debes y no hables mal, porque una actitud equivocada no te dará derecho a pedir la
ayuda del Señor y por el contrario, provocará que todas las tormentas caigan sobre ti.
Volviendo al tema, Dios está en deuda contigo cuando le das al necesitado y nunca dejará de pagarte aunque tú no le cobres. Nunca podrás decir que le perdonaste una deuda al Señor y por eso tienes derecho a pecar. Eso se llama soborno y no es aceptable ante los ojos de Dios que siempre devuelve el bien que haces y paga admirables intereses. Cuando siento que tarda en pagarme, le digo: “no te preocupes porque sé que los intereses se acumulan a mi favor”.
Cierta vez, mi madre me regañó porque al entrar a mi habitación, descubrió que no tenía sábanas ni colchas para taparme porque las había regalado a quienes no tenían. Ella aún no se había entregado al Señor y se enojó muchísimo conmigo, me regañó de la forma que solamente las madres pueden hacerlo y me dijo: “Si quieres servir al Señor muchos años, debes cuidarte porque muerto no podrás hacerlo. Enfermo no podrás servirle, quédate con algo para cubrirte”. De esa forma me enseñó el balance. Continué dando todo cuanto tengo a pesar que otros me advertían que la gente me engañaba con tal de recibir algo. La motivación de otros no debe interferir con tu deseo de ayudar, cada quién dará cuentas de sus actos y tu deseo de servir no se afecta por la avaricia de quien recibe.
En otra oportunidad me sucedió algo parecido con mi tía Nati, una señora muy especial que me quería mucho y tenía suficiente dinero. Su casa era la mejor, siempre usaba buena ropa y manejaba un carro del año, en su cocina siempre había lo mejor para comer. Yo viví con ella un tiempo y era muy estricta. Decía: “aquí se desayuna a las seis, se almuerza a las doce y la cena se sirve a las seis”. Una noche que quise comer a las siete, me dijo: “este no es un hotel, ahora deberás esperar hasta el desayuno”. Dos veces tuve que buscar mis tenis para jugar voleibol en la basura porque los había dejado junto a la cama y me dijo: “ese no es su lugar, si no los dejaste en el clóset, ve a ver si aún no se los han llevado los de la basura”. Pero también era consentidora en algunas cosas y yo me sentía su preferido. Cuando tenía 11 ó 12 años, me regaló una chumpa beige de cuero italiano hecha a la medida. Yo la lucía orgulloso porque estaba de moda la película “Saturday night fever”. Entonces, todos los días, a las seis de la mañana, pasaba por mi casa un hombre que vendía el periódico. Era muy trabajador, caminaba rápido y siempre llevaba de todos los diarios que se leían en esa época. Una mañana que hacía mucho frío, salí y le regalé mi chaqueta de cuero italiano. No tardó mucho en enterarse mi tía que me llamó: “Carlos (yo sabía que estaba enojada porque me decía mi nombre sólo para regañarme), ¿dónde está la chaqueta que te regalé?”. Le dije que la tenía guardada pero me respondió: “ya me contaron que se la regalaste al señor que vende el periódico”. Claro, la “reportera” del vecindario le había dado el chisme, porque siempre hay una que no se pierde detalle de la vida de los vecinos.
Mi tía también me preguntó: ¿sabes lo que costó esa chaqueta? Seguro que no y por eso la regalaste”. Es mejor no saber el precio de las cosas para no tener miedo de dárselas a otros.
Otra vez, siempre de pequeño, cuando jugaba voleibol, iba a regalarle un par de zapatos al niño de la tienda que cuidaba los carros. Mi madre me dijo que no lo hiciera porque seguramente no calzábamos del mismo número, pero yo no pensaba regalarle un par de zapatos míos, sino que había ahorrado del dinero que me daban para almorzar e iba a comprarle unos nuevos y así lo hice. Cuento estas anécdotas porque ahora, muchas personas se acercan para obsequiarme. Cuando viajo, nunca falta quien me invite a comer y me tratan bien. A veces me llevan a boutiques para que escoja trajes que cuestan mucho dinero y me niego pero las personas insisten. En esos momentos recuerdo aquella chaqueta y digo: “vaya que el Señor me sigue pagando con admirables intereses”.
Nuestro Señor dice que nos pagará con intereses lo que demos al pobre. No lo dudes, recibirás bendición cuando seas sensible a la necesidad de alguien y compartas de corazón y con amor. El mundo está en crisis, muchos países, incluyendo Guatemala necesitan ayuda y debemos movernos para bendecir y recibir bendición.
Marcos 14:7 advierte: Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis.
Los tiempos de necesidad nunca faltan y son oportunidades para recibir bendición. No olvides que dando es como recibimos. Ayuda a tu prójimo y agradece al Señor que te use para bendecir al necesitado. Recuérdale que todo lo tuyo es para ayudar y que jamás le cobrarás porque sabes que nunca dejará de pagarte con lo que ha prometido darte.
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