Se dice: «Uno es libre de hacer lo que quiera.» Es cierto, pero no todo conviene. Sí, uno es libre de hacer lo que quiera, pero no todo edifica la comunidad.
domingo, 2 de mayo de 2010
EL PODER DE LA SANGRE DE CRISTO
“Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Levítico 17:11)
Hemos aprendido, según las Escrituras, que la vida está en la sangre; que en la época de Moisés, la sangre del cordero fue usada como señal de protección cuando el ángel exterminador pasó dando muerte a los primogénitos; que la sangre fue usada en los sacrificios del Antiguo Testamento.
Cuando Adán y Eva pecaron, y se dieron cuenta que estaban desnudos, Dios sacrificó animales (derramó sangre) y les hizo túnicas de pieles, desde entonces la sangre se ha asociado y es indispensable para la remisión de pecados: “y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22). Abel sacrificó los primogénitos de sus ovejas (derramó sangre) para ofrendar a Dios, “y miró el Señor con agrado a Abel y a su ofrenda” (Génesis 4:4). Después del diluvio también se hizo sacrificio (derramamiento de sangre) y entonces Dios hizo pacto con la humanidad. En la festividad hebrea de “Yom Kippur”, el sumo sacerdote ofrecía sacrificio de expiación derramando. (Recomendamos leer capítulos 8 y 9 de la carta a los Hebreos).
Actualmente ya no necesitamos de más derramamientos de sangre puesto que tenemos el poder de la Preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo, cuyo sacrificio fue una sola vez y para siempre: “Pero estando ya presente Cristo, Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación y no por sangre de machos cabríos ni de becerros sino por su propia Sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.” (Hebreos 9:11,12)
A través de la Sangre de Cristo somos redimidos, justificados, perdonados, limpiados. Al comienzo, antes de Génesis 1:1 Dios había creado a Luzbel, y tuvo el sueño de tener una gran familia con muchos hijos, en la que todos nos pareciéramos a Jesús, pero a Luzbel no le agradó la idea. Dios creó al hombre con la posibilidad de amarle o de no amarle y Jesús fue sacrificado por nosotros desde “antes de la fundación del mundo” y es por Su Preciosa Sangre que ahora podemos entrar en la presencia de Dios: “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la Sangre de Jesucristo...” (1Pedro 1:2). Hemos sido elegidos por voluntad Divina; más adelante en los versículos 18 y 19 dice que hemos sido “rescatados de nuestra vana manera de vivir con la Sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a nosotros”, y como dice Pablo “...ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39).
Hebreos 10:26 nos advierte que si pecáremos voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, esto es equivalente a rechazar la Sangre de Cristo y ya no queda más sacrificio por los pecados.
“Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la Sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis12:10,11).
Por la Sangre de Cristo, vencemos a Satanás, somos redimidos y sanados. ¡Nada hay comparable a la Sangre de Cristo; Ella es Santa y es lo único que puede cambiar al hombre!
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